La ansiedad es uno de los motivos de consulta más comunes en la terapia psicológica. Generalmente, cuando las personas vienen a terapia con “problemas de ansiedad”, piden aprender a “controlar mejor” dicha ansiedad. Esto es un error de partida puesto que, como vimos en el artículo anterior la ansiedad es una emoción y, por lo tanto, no se puede elegir que aparezca o no aparezca, ni tampoco su intensidad, frecuencia o duración. (Si quieres saber más sobre emociones te invito a escuchar este podcast).
Si bien es cierto que la ansiedad se manifiesta fisiológicamente de maneras muy desagradables y compatibles con problemas de salud, lo cierto es que LA ANSIEDAD NO ES PELIGROSA (no, no te está dando un infarto cuando tienes ansiedad). A un nivel muy primario, tu ansiedad está preparando tu cuerpo para enfrentarte a un peligro, lo que hace que tu corazón bombee más rápido (taquicardia), el nivel de oxígeno en tu sangre aumente (dificultad para respirar), funciones secundarias como la digestión se paren (sensaciones en el estómago), etc.
El verdadero problema viene cuando intentamos de manera intencional hacer que la ansiedad desaparezca, es decir, comenzamos a hacer cosas (por ejemplo, respiraciones, meditaciones…) que esperamos disminuyan la intensidad o duración de la ansiedad. Como hemos visto, una vez la ansiedad ha aparecido no podemos hacer voluntariamente que se vaya o disminuya. Al ser conscientes de que dicha intensidad no disminuye, los niveles de ansiedad aumentan (te da ansiedad tener ansiedad y ver que no puedes quitarte la ansiedad), de tal manera que intentamos controlarla de nuevo, provocando un bucle infinito que puede desembocar en los famosos ataques de ansiedad.
Como veíamos en el artículo anterior, la ansiedad es una alarma de incendios, y cuando intentas “controlarla”, intentas hacer que no suene o que suene más bajo, o lo que es lo mismo, luchas contra ella. Esto no tiene mucho sentido, ¿verdad?, imagínate a alguien cuya casa se está quemando, gritándole a la alarma “¿te puedes callar de una vez?”, “¿por qué suenas tan alto?”, “¿ya está bien, no?” o cortándole el cable para que deje de sonar de una vez.
Esto no solo no va a hacer que tu alarma suene menos, sino que además nunca te va a permitir entender cómo funciona, de qué te quiere avisar, etc. ¡Recuerda que tu alarma está aquí por algo!
Entonces, si tú estás pendiente de que la alarma no suene para apagarla o luchar contra ella, ¿estás controlando tú la ansiedad o la ansiedad te está controlando a ti? Lo cierto, es que esta alarma nos ha acompañado a lo largo de nuestra vida, y se ha ido adaptando a las situaciones que hemos ido viviendo. Así que tengo una buena noticia: la ansiedad es dinámica, por lo que tú puedes también educar a tu alarma para que se adapte mejor a tus necesidades.
Puede que tu alarma sea molesta, suene demasiado frecuentemente, o a veces ni siquiera entiendas por qué está sonando, pero si quieres que deje de controlarte, vas a tener que aprender a relacionarte con ella de otra manera. Lo que no tiene sentido es que empecemos a pelearnos con la alarma o le cortemos los cables para que deje de sonar porque, ¿y si de verdad hay un incendio y tu casa se está quemando? Sobre incendios y cómo educar a tu alarma te cuento más en el siguiente artículo ????.
De todas formas, si sientes que la ansiedad te desborda y no puedes manejarla, pide ayuda psicológica. Ponte en contacto conmigo y podemos trabajar en ella de manera online o presencial en Collado Villalba.